Botarate
Igual que grumete. Esta subsiste en sociedades alejadas, de paso lento, como Chile, donde aún podemos encontrar la Escuela Nacional de Grumetes. Aquí, a lo sumo, pervive como nombre de escuelas infantiles o guarderías. Groom, en antiguo inglés, era el apelativo para los pajes, para los servidores jóvenes. De ahí pasó a utilizarse para el aprendiz de marinero. Sin embargo, entre nosotros no resistió la ola de modernidad de los años 60-70. Así, en vez de llamar “Grumete a babor” a la réplica de aquella ingenua película de los años 50 “Recluta con niño”, se nos sorprendió con el título de “Cateto a babor”, protagonizada por el gran Alfredo Landa y Laly Soldevila. Era el tiempo de lo que se llamaba “españoladas”. Nuestro Alfredo Landa o José Luis López Vázquez eran sus adalides. No podían compaginar la apertura de costumbres y de situaciones (después vendría el destape) con palabrejas supuestamente desteñidas o viejas, ¡pardiez!… ¿Pardiez? Ahora sí que no sabemos si uno está cabreado o está jugando: ¡pardiez! Parece ser que, en tiempos de la Inquisición, para evitar problemas de usar el nombre de Dios en vano, salían con la expresión ambigua e inocua “¡pardiez!” en momentos de sorpresa o juramento… Pero ya se fueron estas palabras.
Las lenguas son hijas de su tiempo, de nuestro tiempo. Sí. No levantemos lloros ni plegarias por ellas, pues vendrán otras sin parar. Las palabras nacen, viven, y muchas, ¡pardiez!, desaparecen (o, si prefieren, ¡cáspita!).